El Señor resucitó “en el día después del sábado”

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Todos los cuatro evangelistas refieren el hecho de que el Señor resucitó “en el día después del sábado” (Jn 20, 1; Lc 24, 1; Mt 28, 1; MC 16, 2). Es en este día que el Señor apareció a María Magdalena en la tumba (Jn 20, 14), que caminó con los discípulos de Emaús (Lc 24, 13) y que finalmente apareció a los Once “a puerta cerrada” (Lc 24, 36; Jn 20, 19). El “día después del sábado” es rico en significados bíblicos que nos pueden ayudar a comprender el significado de la Resurrección de Cristo en un modo más profundo.

Para los hebreos, el sábado representa el séptimo día de la creación en el que Dios reposó (Jn 2, 2) y que, según el Decálogo, son obligados a “santificar” (Ex 20, 8). Según el Antiguo Testamento, éste es el día bendecido por el Señor (Gen 2, 3; Ex 20, 11). Aún más, en el Nuevo Testamento, sucedió algo extraordinario porque el Señor no resucitó el sábado, en el día santo, sino en el día después del sábado, aquel que nosotros llamamos domingo, Dies Domini.

Los padres de la Iglesia encontraron inmediatamente una conexión entre el significado del “día después del sábado” y el primer día de la creación del Génesis. Diciendo que Cristo resucitó se entiende el “nacimiento de una nueva creación” (cf. Col 1, 15; 2 Cor 5, 17) que acontece en el primer día de la “nueva” semana. En este día Cristo ha vencido a la muerte, ha rescatado el pecado de Adán y se ha convertido así en el primogénito de aquellos que resucitan de entre los muertos (Col 1, 18) y ha inaugurado una nueva creación. A través de nuestro Bautismo estamos en grado de participar en esta nueva creación en Cristo, y a través de Él también nosotros estamos muertos al pecado y restaurados en comunión con Dios, nuestro Padre. Según el libro del Génesis, fue en el primer día que Dios creó la luz (Gen 1, 3) y ha separado la luz de las tinieblas (Gen 1, 4). Al mismo tiempo en los Evangelios era “muy de mañana” (Lc 24, 1) o “al alba” (Mt 28, 1), cuando las tinieblas que cubrían el mundo han dado espacio a la luz porque Cristo resucitó de la muerte. En la nueva creación, es en Cristo que la luz es separada de las tinieblas. A través de Su Pasión, Cristo, la luz del mundo, ha vencido a las tinieblas de la muerte y ha colmado el vacío causado por el alejamiento del hombre de Dios a causa del pecado. En el día después del sábado una nueva luz que nos redime de nuestro pecado inicia su esplendor para cada hombre por siempre.

Desde el tiempo de los Apóstoles, el domingo, el primer día de la semana, fue celebrada como el “día del Señor”, el Dies Domini. Fue en un domingo que los apóstoles encontraron al Señor después de su Pasión y Muerte. Éste fue el día en que por vez primera los apóstoles han encontrado al Señor resucitado. El día santo para los hebreos es el sábado, es el día en el que renuevan su alianza con Dios al interrumpir cualquier trabajo y en el ir a rezar en la sinagoga. Para nosotros los cristianos, el domingo es el día en el que tenemos un encuentro con el Señor resucitado a través de la participación en la celebración de la Eucaristía. Más aún, como los Apóstoles, encontramos al Señor en el “día después del sábado”. De este modo, cada domingo es una celebración de los Misterios Pascuales: cada domingo es Pascua. Cada domingo somos llamados como María Magdalena y los Apóstoles a encontrar a Jesús resucitado en la Santa Misa.

Concluyamos diciendo que el domingo, el “día después del sábado”, también puede ser interpretado como una sucesión de días, como el octavo día (los siete días de la creación hasta el sábado más uno, el octavo día) que simboliza la eternidad. San Basilio explica que el domingo significa el día verdaderamente único que seguirá al tiempo actual, el día sin término que no conocerá ni noche ni mañana, el siglo imperecedero que no podrá envejecer; el domingo es el preanuncio incesante de la vida sin fin, que reanima la esperanza de los cristianos y los estimula en su camino (Juan Pablo II Dies Domini n. 26).

En el octavo día, la eternidad regresa a ser abierta al hombre y por esto el octavo día simboliza el inicio de la eternidad que nos espera después de nuestra muerte. Más aún, el “día después del sábado” es también símbolo de la esperanza cristiana, de la promesa de la vida eterna que nos da la Resurrección de Cristo. “Surrexit Christus spes mea”, el Señor, mi esperanza, ha resucitado.

“Con la resurrección, el día de Dios entra en las noches de la historia. A partir de la resurrección, la luz de Dios se difunde en el mundo y en la historia. Se hace día. Sólo esta luz –Jesucristo- es la luz verdadera, más que el fenómeno físico de la luz. Él es la Luz pura: Dios mismo, que hace nacer una nueva creación en medio a aquella antigua, transforma el caos en cosmo.” (Papa Benedicto XVI, Homilía del Sábado Santo, 11 de abril de 2009).