La Navidad de Federico Barocci (1590 aproximadamente). La humildad de Dios en aquel niño.

Barocci nativityQueridísimos amigos:

Este año queremos desearles a todos una Santa Navidad con una pequeña meditación ligada a una de las más bellas obras de arte que representan el nacimiento de Jesús: la Navidad de Barocci.

Federico Barocci (Urbino 1530-1612), uno de los más importantes pintores manieristas del siglo XVI, aplica a su arte un extraordinario uso del color caracterizado de cálidos trazos.

La mayor parte de la obra de Barocci tienen un sujeto religioso que responde a su profunda fe. Para el pintor de Urbino el arte tenía la extraordinaria función de representar la trascendente presencia de Dios invisible al ojo del observador.

La Navidad (1590 aproximadamente, Museo del Prado, Madrid) representa un claro ejemplo. El encanto y la poesía dibujados dan vida a la luz que ilumina toda la estancia y reclama a la memoria el pasaje del Evangelio: “Viene al mundo la luz verdadera, aquella que ilumina a cada hombre” (Jn 1, 9).

La luz es aquel niño cuya cabecita está recostada sobre una blanca almohada que refleja el esplendor en los ojos de los dos animales. El manto azul de maría envuelve al Niño: ¡es la humildad de Dios que se deja vestir por la humanidad.

La luz diagonal que reviste todo el cuadro, toca a María que delicadamente contempla a Su pequeño. Contempla el Misterio de la Encarnación: Dios que se hace hombre, Dios que se hace niño. María está con los brazos abiertos, símbolo del acogimiento, y en este gesto de la Madre, definido en primer plano, se encuentra toda la ternura que pasa entre la mirada de María y aquel del Niño Jesús. José, en cambio, que emerge de la penumbra, testimonia y anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús. En él, que se vislumbra en segundo plano, vemos toda la tensión del anuncio. Aquella cara misionera que de pronto esboza José al anunciar el nacimiento del Señor.

Los pastores están en el umbral, símbolo de una elección interior, porque no es fácil reconocer en aquel niño al Salvador del mundo.

Como los pastores de entonces, también nosotros en esta Navidad 2014, nos encontramos en el umbral del establo de Belén. Entrar significa reconocer y adorar a aquel niño que ha vendio a traer la salvación del mundo.
En aquella pequeña creatura que ha elegido ser estrechada entre los brazos de María y de crecer bajo la escuela de José, se encuentra todo el Misterio de la salvación del hombre.

Acojamos a Jesús en esta Su venida y crezcamos también nosotros, junto a Él, en este año litúrgico pidiendo ahora, delante de este niño, que en este tiempo venidero nos ayude a transformarnos en testimonios fieles y firmes anunciadores del Misterio del amor del Padre.
Agradeciendo al Señor por el incomensurable don de nuestro Señor Jesucristo, deseamos a todos ustedes, queridos amigos, una Santa Navidad junto a María, Virgen de la Revelación.

Dios los bendiga y la Virgen los proteja.