San José, “el hombre justo” para un Año Nuevo realmente bueno.

El 2020 será recordado como el año de la pandemia, pero el 2021 se abre con todas sus lamentables consecuencias aún en curso, entonces, ¿según cual criterios podemos juzgar un momento como malo o como bueno? La pregunta está conectada al saber cómo injertar el tiempo y las energías en el plan salvífico de Dios, “Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio” (Rm 8, 28). En efecto, estar atados a las ilusiones del mundo significa perseguir placeres efímeros que se dispersan como polvo, "el que cumple la voluntad de Dios permanece eternamente" (1 Jn 2, 17b).

 

El Santo Padre Francisco ha regalado al pueblo de Dios un año entero bajo el patrocinio de San José, con motivo del 150 aniversario de su proclamación como Patrón de la Iglesia universal. En el 1870, el Beato Papa Pío IX decidió proclamarlo Patrón de la Iglesia universal, impulsado por las graves y difíciles circunstancias en las que se encontraba la Iglesia Católica. Hoy, el Papa Francisco, “para perpetuar la dedicación de toda la Iglesia al poderoso patrocinio del Custodio de Jesús”, especialmente en estos tiempos difíciles, ha proclamado este año especial, para que "cada fiel siguiendo su ejemplo, pueda fortalecer diariamente su vida de fe en el pleno cumplimiento de la voluntad de Dios” (cf. Decreto de la Penitenciaría Apostólica, 8 de diciembre de 2020).

El año Josefino, que comenzó el día de la solemnidad de María Inmaculada, el pasado 8 de diciembre de 2020, terminará el 8 de diciembre de 2021. Es un tiempo precioso donde San José será padre y maestro para nosotros y de él aprenderemos el secreto de cómo vivir plenamente.

Dejémonos ayudar por los Evangelios para comprender el secreto de San José.

José se enfrenta a una adversidad que arruina su proyecto de vida: María, su esposa está embarazada y el hijo no es suyo (cf. Mt 1, 18). Le gustaría repudiar en secreto a la mujer que ama, para evitar a María una muerte por lapidación, prevista por la ley mosaica. Esta solución, sin embargo, lo deja inquieto, en un sueño un ángel le revela la voluntad de Dios: “no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo” (Mt 1, 20). El sueño habla al corazón que es el lugar donde se reconoce la voz de Dios; para José, adherirse a la verdad y la justicia significa asumir personalmente la responsabilidad de la vida del Niño y de la Madre.

En tres circunstancias diferentes, el ángel siempre invita a José a "llevarse consigo al Niño y a la Madre", este es el secreto para agradar a Dios. En el nombre de José que significa: "Dios añadirá" (cf. Gn 30, 22-24), se esconde la obra de Dios. Al trabajo de José, Dios siempre agrega la bendición para toda la humanidad; Dios nunca ocupa el lugar de su trabajo, sino que le pide que encuentre soluciones creativas. En Belén, ante la imposibilidad para encontrar un lugar adecuado a acoger a María, que está a punto de dar a luz, José se esfuerza por encontrar un establo para el nacimiento del Hijo de Dios (cf. Lc 2, 7). Ante la amenaza de Herodes, que buscaba al Niño para matarlo, José busca refugio en Egipto (cf. Mt 2, 14). A la muerte del rey Herodes, el ángel le advierte a José que es hora de regresar a Israel, el objetivo es la Judea, pero sabiendo que Arquéalo, hijo de Herodes reinaba en ese lugar, tuvo miedo y cambió su camino (cf. Mt 2, 19). El temor de José se convierte en el medio de la Providencia para favorecer el fin de la Salvación: el ángel le dice que vaya a Galilea, en la ciudad de Nazaret, “para que se cumpla lo que había sido anunciado por los profetas: “Será llamado Nazareno” (Mt 2, 23).

Si la vida de José se convertirá en el paradigma de nuestras vidas, el Señor agregará gracias y bendiciones a las generaciones de este tiempo. Llevemos al Niño y a la Madre con nosotros, confiemos en la Palabra de Dios y en la Eucaristía y, si hemos caído en pecado, volvamos a caminar con el sacramento de la Confesión. En el seno de la Madre Iglesia, extensión en el espacio y el tiempo del Cuerpo de Cristo, siempre encontraremos recursos inesperados para aprender a transformar a los tiempos de prueba en tiempos impregnados de acción divina.

Vayamos a José (cf. Gn 41, 55) para aprender a ser hombres justos para un nuevo año, ¡realmente bueno!

Dios nos bendiga
Y la Virgen nos proteja
Misioneras de la Divina Revelación