Santa María la Mayor y Santa Práxedes

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La visita a la Basílica permite a los jovenes entrar en el corazón de la fe cristiana: el Dios lejano se hace hombre convirtiendose en su compañero de viaje. La Basílica conserva los restos de la cuna de Belén y los esplendidos mosaicos son una catequesis maravillosa sobre el misterio de la encarnación.

Una venerable tradición nos explica como surgió la Basílica de Santa María Mayor: Juan, un rico patricio romano y su esposa, no pudiendo tener hijos habían decidido de darle todos sus bienes a la Iglesia. Una noche de entre el 4 y 5 de agosto del año 352 d.c., la Virgen María se le apareció en sueños a Juan y al papa Liberio (352-366), pidiendo la dedicación de una basílica en el lugar de Roma en el cual aquella noche habría caído nieve, la mañana siguiente, Juan y el papa Liberio, se encuentran en la colina Esquilino, donde durante la noche la nieve se había posado milagrosamente. El papa, trazó sobre la nieve fresca la planta de la futura iglesia. Santa María Mayor en honor al papa Liberio, es llamada también Basílica Liberiana. El papa Sixto III, en ocación del Concilio Ecuménico de Efeso (431 d.c.), dedicó la Basílica a María, Madre de Dios.

La visita a vecina Basílica de Santa Prassede permite recorrer las huellas de San Pedro en Roma; y nos permite entre otras cosas apreciar la culmna donde Jesús fue atado para ser flagelado, mientras que los mosaicos representan las escenas descritas en el Apocalípsis, inherente a la vida eterna.