En el nombre de María

Papa Inocencio XI para agradecer a María Santísima por la victoria contra los turcos en la famosa batalla de Viena del 11 de septiembre de 1683, proclamó la fiesta al santísimo Nombre de María el 12 de septiembre.

El 11 de septiembre de 1683, de hecho, Europa se encontraba en la sima de la destrucción: los turcos habían llegado a Viena con la intención de exterminar a todos los cristianos con el fin de conquistar Roma. Decisivo fue la intervención del ejército del rey polaco, Juan Sobieski, a la cabeza de la liga Santa logra liberar Viena del asedio.

La fiesta del nombre de María fue fijada el 12 de septiembre, en la Octava de Navidad de la Virgen, para recordar a los cristianos que cada victoria es posible a través de la intercesión de la Madre de Dios.

En 1970, la fiesta del Nombre de María fue transferida al 8 de septiembre, junto a la fiesta del nacimiento de María.

Fue en seguida del ataque a las Torres Gemelas de New York del 11 de septiembre de 2001, que el Papa San Juan Pablo II, quiso restaurar la fiesta litúrgica del Santísimo Nombre de María al 12 de septiembre. El Papa, como buen polaco, comprende que aquella fecha, 11 de septiembre, opción para el ataque a las Torres gemelas, tenía una referencia precisa a la batalla de Viena, en la cual los turcos fueron rotundamente derrotados. El protagonista de esta victoria, por encima del rey polaco Sobieski, fue también el fraile capuchino Marco d’Aviano. Fue instruido por el Papa Inocencio XI, en la primavera de 1683 para instar a los gobernantes católicos y aliarse a una Liga Santa para contrarrestar la avanzada turca. Fue la incansable obra de mediación del fraile, que a su vez llevo a los soberanos europeos a confiar el mando de la Liga al Sobieski. En los dos meses de asedio, Marco d’Aviano alentó y consoló a los soldados vienenses, exhortándolos a confiar en la Virgen e invocar de ella la salvación, mediante el rezo del santo Rosario.

Es por esto que el Papa San Juan Pablo II, el 27 de abril de 2003 declaró beato, al capuchino Padre Marco d’Aviano, y lo definió profeta desarmado de la misericordia divina, defensor de la libertad y de la unidad de la Europa cristiana.

El Papa con la carta Apostolica Rosarium Virginis Mariae declara el año octubre 2002-2003, año del Rosario al No. 6 así escribía: “al inicio de un Milenio, que ha comenzado con las horribles escenas del atentado del 11 de septiembre de 2001 y que registra cada día en tantas partes del mundo nuevas situaciones de sangre y violencia, redescubrir el Rosario significa sumergirse en la contemplación del misterio de aquel que <<es nuestra paz>>” (Ef. 2,14).

María es la Madre, que nunca abandona a sus hijos que a ella se encomiendan.

En las oraciones del 12 de septiembre, la Iglesia nos invita a orar con estas palabras: “Concede, oh Dios omnipotente, que la beata Virgen María obtenga los beneficios de tu misericordia a todos los que recuerdan con alegría su nombre glorioso”.

Rezar el Rosario es un preciso compromiso de servicio a la paz.