¡Las Ave Marías conducen al Corazón de Jesús!

La Virgen de la Revelación nos enseñó el poder de invocar su intercesión a través del rezo del Ave María: “Las Ave Marías que dicen con fe y amor son como flechas doradas que llegan al Corazón de Jesús”. También en las Tres Fuentes, como en las otras apariciones marianas del siglo pasado, la Santísima Virgen enfatiza la importancia del Santo Rosario, asegurándonos, a través de él, su apoyo y protección. En este sentido, recordemos sus palabras: “Nunca dejen el Santo Rosario. Yo estoy con ustedes siempre para ayudarlos”.

La Virgen María nos enseña que el Rosario es como un conjunto de flechas doradas dirigidas al Corazón de Jesús ¡De hecho, rezar el Santo Rosario es como enviar cincuenta flechas doradas al Sagrado Corazón del Divino Redentor! Esta imagen que nos ofrece María es de una belleza extraordinaria. En efecto, así como el arquero, al apuntar, dispara la flecha y esta llega sin desviarse a su destino, así la Santísima Virgen dirige nuestras oraciones al centro del adorable Corazón de Jesús. ¿Quién mejor que una madre conoce el corazón de su hijo? ¿Quién más que ella, desde las bodas de Caná, intercede ante Jesús?

Además, el Corazón al que María dirige nuestras oraciones está definido en las letanías del Sagrado Corazón, hoguera ardiente de caridad: es un Corazón que se consuma continuamente por nuestro amor y que ilumina nuestro camino en las dificultades y malentendidos de la vida.
La Madre del Redentor nos revela entonces cómo mover el Corazón del Señor: nuestra oración debe ser pronunciada con “fe y amor”. Por tanto, rezar las Ave Marías con fe y amor significa entregar nuestras intenciones a la Virgen, sabiendo que ella intercederá por nosotros ante su Hijo, por nuestro bien. Y entregar nuestras oraciones a María a través del Santo Rosario es una forma poderosa de meditar sobre los misterios de la vida del Hijo y crecer en la fe, en el amor y en la conciencia de los puntos centrales de nuestra fe.

De hecho, todavía recordamos que todo lo referente a la Santísima Virgen conduce a su Hijo. Esta unión granítica entre la Madre y el Hijo también es recordada por San Juan Pablo II, quien dice: “El centro del Ave Maria, casi como engarce entre la primera y la segunda parte, es el nombre de Jesús” (RVM n33).
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El Santo Rosario es entonces un movimiento continuo que pasa por María y conduce a Jesús y, por tanto, no es de extrañar que esta oración mariana por excelencia tenga el gran privilegio de mover el Corazón de Cristo hacia nuestras necesidades.

En este mes de octubre, dedicado al Santo Rosario, enviamos muchas flechas de oro al Corazón de Jesús por intercesión de María Santísima, Virgen de la Revelación y ella, que es la Madre de Dios y nuestra Madre, ¡no dejará de ayudarnos!

Sagrado Corazón de Jesús, en ti confiamos.

Virgen de la Revelación, ruega por nosotros y danos el amor de Dios.