Primer Domingo de Adviento

Queridos amigos, hoy comienza el tiempo de Adviento, tiempo de espera y preparación a la venida del Señor Jesús. En este tiempo, nos dejamos ayudar por el signo de la corona de Adviento: es de forma circular para indicar a Dios que es eterno, sin principio ni fin. Es una corona hecha de ramas verdes para significar que el Señor viene a reinar en nuestras familias con su amor y esperanza. Las cuatro velas simbolizan la luz que Jesús vino a traer al mundo envuelto en las tinieblas.

Los invitamos, junto con nosotras, a preparar la corona de Adviento en sus hogares y a encender una vela cada domingo, meditando en lo que nos ofrece el Evangelio.

El Evangelio del primer domingo se abre y se cierra con esta invitación: “¡Mirad, vigilad!”. Jesús utiliza una comparación muy elemental para hacernos comprender la importancia de la vigilancia: “Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara” (Mc 13,34). ¿Qué significa vigilar? Significa dar espacio al Señor en nuestra vida para que Él la transforme de acuerdo con Su plan para nosotros. Vigilar significa comprender y cumplir la voluntad de Dios. Si queremos usar una frase sencilla, significa desear ardientemente ser santos dejando todo lo que obstaculiza nuestro camino de santidad. La santidad no es solo para los elegidos, sino para todos, todo cristiano por vocación está llamado a la santidad. El Beato Cardenal Schuster dijo: “La gente parece que ya no se deje convencer por nuestra predicación, pero frente a la santidad, todavía cree, todavía se arrodilla y reza. La gente parece vivir inconsciente de las realidades sobrenaturales, indiferente a los problemas de la salvación. Pero si pasa un santo auténtico, vivo o muerto, todos se apresuran a su paso…. No olvides que el diablo no le teme a nuestros campos deportivos ni a nuestros cines. En cambio, tiene miedo de nuestra santidad”.

Encendamos, pues, la primera vela de Adviento, pidiendo la gracia de poder estar vigilantes, de convertirnos en santos, dejando que el Señor obre y nos transforme a través de nuestra amada Madre la Virgen María.