Octubre, mes del Santo Rosario. “Nunca dejen el Santo Rosario. Yo estoy con ustedes siempre para ayudarlos”

“Nunca dejen el Santo Rosario. Yo estoy con ustedes siempre para ayudarlos”
Virgen de la Revelación, 1947, Roma.

Con estas palabras, en Tre Fontane, Roma, año 1947, Nuestra Señora bajo el título de la ‘‘Virgen de la Revelación’’ enseñó al entonces anticlerical-protestante, Bruno Cornacchiola, la importancia de rezar el Santo Rosario, con lo cual asegura su constante ayuda y protección. Es el mismo consejo que se ha repetido a lo largo de los siglos en muchas apariciones marianas. Podemos incluso decir que la mayor defensora del Santo Rosario es la mismísima Virgen María.

En el año 2015, National Geographic publicó un artículo titulado ‘María: la mujer más poderosa del mundo’, en el que se citaban datos interesantes sobre todas las apariciones marianas desde el siglo XVI, cada una en una etapa correspondiente de aprobación formal por parte de la Iglesia. Sorprendentemente, vemos que, en este último siglo, el número de apariciones ha aumentado a tal punto que la cantidad sobrepasa drásticamente la de los siglos anteriores. Esto acompañado de la llamada de la Santísima Virgen María a rezar el Santo Rosario. Es como si Nuestra Señora clamara al mundo para que tome el Santo Rosario.

Nuestra Señora, en 1475, reveló 15 promesas al Beato Alan de la Roche para animarnos a rezar el Santo Rosario. Estas promesas cubren todas las formas de bienestar espiritual y material, y nos aseguran la ayuda de la Virgen María en cada etapa de nuestra vida. En Lourdes, año 1858, María se apareció con el Santo Rosario. Durante cada aparición en Fátima, Nuestra Madre Santísima dijo a los pequeños pastorcitos que rezaran el Santo Rosario por la paz. Por lo tanto, la petición de Nuestra Señora es clara: rezar el Santo Rosario.

El rezo del Santo Rosario es un gran medio para obtener beneficios espirituales y temporales.

El Rosario es una gran oración contemplativa y san Juan Pablo II decía que ‘‘rezar el Rosario es entrar en la Escuela de María’’. Acompañados por ella, escuchamos el anuncio del Evangelio al “entrar” en cada misterio del Rosario. Con María aprendemos a meditar en nuestros corazones el mensaje evangélico como Ella lo hizo (cfr. Lc 2, 19; 51). Nuestra Señora nos guía a medida que nos embarcamos en un viaje de crecimiento espiritual, conociendo mejor a Jesús a través de la meditación de su Palabra. Las cuentas del Rosario marcan el progreso de la oración, que tiene como ritmo natural el saludo angélico del Ángel Gabriel y la súplica a Nuestra Madre Santísima de ‘rezar por nosotros’ en nuestras necesidades.

El Beato Bartolo Longo llamó al Rosario la “dulce cadena que nos une a Dios”. El Rosario es la oración de intercesión más poderosa. Nos recuerda que somos hijos de Dios, dándonos el coraje de mirar hacia el cielo, echando nuestras cargas sobre el corazón de Jesús por la intercesión de su Santísima Madre. A lo largo de los siglos, el Rosario ha trabajado en la defensa de la fe, como protección en tiempos de guerra y para la ayuda de los Cristianos. Por ejemplo, Santo Domingo utilizó el Rosario para luchar contra los herejes de su tiempo. Antes de las grandes batallas Cristianas de Lepanto (1571) y Viena (1683), las tropas buscaron la intercesión de la Santísima Virgen María a través del Rosario y salvaron milagrosamente a la Cristiandad de una invasión. En efecto, todos los devotos del Rosario pueden narrar las gracias únicas, ordinarias, o más bien “extraordinarias”, obtenidas a través de esta gran oración.


A quienes argumenten que el Rosario es una oración monótona, San Luis María Grignion de Montfort les sugiere que, con cada misterio, se pida una gracia o virtud particular para afinar la atención al misterio.

Nuestra Señora le dijo a Bruno Cornacchiola que ‘‘las Ave Marías que se dicen con fe y amor son como flechas de oro para el corazón de [su] Hijo’’. Por eso, nuestra Madre Santísima nos ha dado la respuesta a todas nuestras dificultades en la vida, en la Iglesia y en el mundo: rezar el Santo Rosario diariamente. ¿Responderás a la súplica de Nuestra Señora?

Dios nos bendiga
Y la Virgen nos proteja