Santa Cecilia – Una canción de amor para nuestro tiempo

La Iglesia ha honrado a Santa Cecilia, Virgen, esposa y mártir, a la que a menudo se recuerda como Patrona de los músicos, desde el siglo IV. Sorprendentemente para algunos, Cecilia no era músico! Su “canción” era la del amor, el amor a Cristo y al testimonio Cristiano, y esta música todavía puede emitir un acorde que resuene en nosotros.

Cecilia vivió a principios del siglo III y era conocida, no sólo por su gran belleza, sino, sobre todo, por su amor a Jesús que expresaba a través del cuidado de los pobres. Sus padres la habían comprometido en matrimonio con un noble joven pagano, llamado Valerian, y después de la fiesta nupcial, ella hizo una sorprendente confesión a su nuevo esposo:

“Sepa Valerian, que soy Cristiana. Desde mi infancia me he consagrado a Dios, dedicándole mi virginidad, y Él ha designado a un ángel del cielo para que me proteja de todo insulto. No haga nada que pueda provocar la ira del Señor”.

Valerian fue sacudido por las palabras de Cecilia, y quería entender cómo el amor de este Dios Cristiano impondría tal tiranía. Cecilia le indicó a Valerian que se reuniera con el Papa San Urbano, quien quería ayudarlo a recibir la fe.

Una vez reunidos, Valerian recibió respuesta a la pregunta que atravesaba su corazón: “por qué no puedo amar a Cecilia?”. El Santo Papa le explicó la verdadera naturaleza del amor que Valerian manifestaba por su esposa:
“La amas en su belleza, que es su cuerpo, lo cual se disolverá después de la muerte. De esta manera tu amor también se disolverá con el cuerpo. En cambio Cecilia te ama de verdad, y tú debes imitar su amor. Ella te ama por toda la eternidad porque ama tu alma, que es inmortal, y quiere lo que te hará feliz para siempre”.

El Señor concedió a Valerian la luz de la fe, y fue bautizado. Volviendo a la habitación nupcial, Valerian confesó su amor por Cristo, prometió respetar el voto de Cecilia y también vió al ángel. Pronto Valerian y Cecilia se encontraban ocupados cuidando a los pobres, y tal fue el testimonio de Valerian, que hasta su hermano Tiburcio se convirtió.

Estos fueron los tiempos de la persecución Cristiana. Eventualmente Valerian y Tiburcio, y luego Cecilia, sufrieron la muerte de los mártires. Cecilia fue torturada, decapitada y sus restos colocados en las Catacumbas de San Calixto, Roma, hasta el año 821 cuando fueron transportados a la Basílica de Santa Cecilia, donde aún hoy pueden ser venerados.