Septimo día de la Novena de Navidad, 22 de diciembre

 

Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra.

La antífona de hoy nos invita a invocar al Mesías como el “rey del pueblo” y como la “piedra angular” de la Iglesia. De este modo, podemos mirar a la historia del mundo y a la vida de la Iglesia con la esperanza que brota de la memoria de que Cristo es el Señor de la historia y el fundamento inquebrantable de la Iglesia. Hoy, entre otras cosas, escucharemos malas noticias de diversas partes del mundo. Tenemos que estar enformados de lo que pasa, recordando que Cristo es el “Rey de las naciones” y la “piedra angular” de la Iglesia. Así no debemos temer a nada.

¡Ven Jesús! Maranatha!

Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.

Magníficat
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.

Oración
Señor Dios, que con la venida de tu Hijo has querido redimir al hombre sentenciado a muerte, compadecido del hombre caído y, quisiste redimirlo, concede a los que van a adorarlo, hecho niño en Belén, participar de los bienes de su redención. Por nuestro Señor Jesucristo.