Religiosas y misioneras en el Tercer Milenio

En este mes de marzo, dedicado a San José, uno de los patronos de nuestra comunidad, seguimos dando gracias a Dios por estos veinte años de fundación de las Misioneras de la Divina Revelación.

Este mes queremos enfocarnos en un aspecto particular de nuestra familia religiosa que nació en el alba del tercer milenio, el de ser religiosas y misioneras en esta nueva era de la historia.

En punta de pie y llenas de gratitud por el gran don de la vida religiosa que nos concedió la Diócesis de Roma el 11 de febrero de 2001, también nosotras hemos entrado en las filas de las comunidades religiosas que, en la historia milenaria de la Iglesia, han contribuido a dar a conocer y hacer amar a Dios. En todo caso, como ya recuerda san Juan Pablo II en Tertio Millennio Adveniente (10 de noviembre de 1994), el anhelo misionero de hoy debe empujarnos aún más hacia nuevos horizontes porque las preguntas del corazón humano sobre el sentido de la vida son las mismas de ayer y de mañana. “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre” (Hb 13, 8). Por eso, en el alba del tercer milenio, el Magisterio nos empuja cada vez más a navegar mar adentro (cf. Lc 5, 4) y a acercarnos a nuestros hermanos que no conocen o más bien se han olvidado de Cristo y que, como demuestra la historia, también han olvidado al hombre y a su necesidad de Dios.
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Por lo tanto, nuestra historia misionera, que nació de la cueva de las Tres Fuentes, va hacia delante precisamente de las palabras de la Virgen de la Revelación: “Sean misioneros de la Palabra de la Verdad”. De esa única Palabra necesaria para que el hombre redescubra su verdadera identidad; de esa única Palabra salvadora; de esa Palabra que “escudriña la mente y pone a prueba los corazones” (Jer 17,10). De esa Verdad que trae consigo el amor a los Tres Blancos Amores: la Eucaristía, la Inmaculada y el Santo Padre; de ese amor inclusivo que todos abraza en la caridad y en la verdad, participando de ese anhelo misionero que caracteriza a la Iglesia.

Por lo tanto, tenemos una atención particular en la sociedad que nos rodea donde, a menudo, la búsqueda del bienestar material tiene la prioridad y donde la vida del alma se deja completamente al lado y se pospone a un momento indefinido. Y es así como, por todos los medios y en todos los campos, tratamos de orientar y formar a los fieles en la vida cristiana vivida en la Iglesia. Cuidamos nuestra formación académica con especial atención, para poder sacar del precioso tesoro de la Iglesia la grandeza y profundidad de la doctrina católica.

No pocas veces, de hecho, hemos realizado misiones muy significativas para el hombre de este siglo. En primer lugar, en la pérdida total de valores que caracteriza nuestro tiempo, fue necesaria la formación de grupos catequéticos para dar a conocer las raíces de la fe y permitir su crecimiento. Luego, en un clima de creciente inseguridad de la figura femenina, hemos propuesto Catequesis sobre la Mujer que ayudan a redescubrir la verdadera vocación de la mujer y la belleza que ella está llamada a dar al mundo. Además, el apostolado de la Catequesis con el Arte, también el poder encontrarnos con peregrinos de todo el mundo aquí en Roma, es también un medio de discusión continua sobre temas de fe y razón. Evidentemente, sin embargo, aunque el anhelo misionero de la Iglesia siempre ha despertado a misioneros y religiosos, es evidente que las posibilidades de llegar a los fieles que han ofrecido la tecnología y la informática no son comparables a los medios disponibles en siglos pasados. Y por eso, siendo misioneras en este tiempo, hacemos nuestros los instrumentos del Tercer Milenio: desde el sitio web, a las redes sociales, a las plataformas de videoconferencia. Todo utilizado siempre con prudencia y creatividad evangélicas para catequizar a un número cada vez mayor de almas sedientas de verdad, sedientas de doctrina y sedientas de sentirse parte de la Iglesia de los santos y de los mártires. Por tanto, a nuestra manera, a través de internet y gracias a la bendición de las vocaciones políglotas, hemos abierto nuestro apostolado a los cuatro continentes y, cada día, con la gracia de Dios y la ayuda de la Santísima Virgen de la Revelación continuamos nuestra misión, seguras de que entre las innumerables noticias y notificaciones que recibe el hombre moderno, la única noticia aún capaz de captar y enamorar el hombre es la del Evangelio.

Que la Gruta de las apariciones de las Tres Fuentes, guardada en la Iglesia de Santa María del Tercer Milenio en las Tres Fuentes, sea para el pueblo de Roma y del mundo entero esa fuente de agua viva que brota para la vida eterna (Jn 4,14), donde las almas pueden redescubrir el camino claro y anhelado que conduce al Cielo.